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26 marzo 2017

Las aventuras de Juan Planchard

Jonathan Jakubowicz

Escrito por un venezolano para los venezolanos, hablando el lenguaje de Caracas, con sus giros y modismos, con sus variadas ocurrencias que me hicieron reír a más no poder. Este libro es sabroso.

Me atrevería a considerar que esta es una novela costumbrista, ya que informa de las costumbres de los connotados chavistas que disfrutan del dinero obtenido a la sombra del poder.

Es una novela para adultos, no tanto por la vida sexual del personaje principal, sino por el uso del dinero, hay que ser adulto para entender que las cosas que le pasan pueden sucederle a cualquier venezolano.

Este libro no lo habría leído si no fuera por una circunstancia fuera de lo común, no lo busqué, me llegó por Whatsapp en formato .pdf; no aguanté la tentación y me lo leí. No sé si el hecho de que me llegara fue consecuencia de una estrategia de publicidad o una venganza de los chavistas para que el autor no gane nada por la venta del libro.

Como el libro es tan bueno recomiendo su compra en las librerías de Venezuela o por internet en la página de Amazon: https://www.amazon.com/Las-Aventuras-Juan-Planchard-Spanish-ebook/dp/B01M298ZD3

21 marzo 2017

La revolución permanente

A principios de marzo de 2017, se vieron las caras unos personajes que han causado la ruina de Venezuela, lo llaman el alto mando político de la revolución. Maduro expuso en esa reunión que la “revolución tiene que ser permanente”; lo cual es una referencia directa al comunismo.

León Trotsky, escribió el libro La Revolución Permanente, en el que hace un ataque a la burguesía y la acusa de su imposibilidad histórica de llevar a cabo el cambio revolucionario (olvídese, no me leí el libro completo, es intraficable en sus cien páginas). Pero lo dice el libro al comienzo, a la pregunta: ¿Cuál había de ser el contenido social de dicha dictadura? En primer lugar, implantaría en términos radicales la revolución agraria y la transformación democrática del Estado. En otras palabras, la dictadura del proletariado se convertiría en el instrumento para la realización de los fines de una revolución burguesa históricamente retrasada. Pero las cosas no podían quedar aquí. Al llegar al poder, el proletariado veríase obligado a hacer cortes cada vez más profundos en el derecho de propiedad privada, abrazando con ello las reivindicaciones de carácter socialista.

Según Trotsky, la dirección política de la revolución debe llevar a un estado de transformación permanente por medio de la dictadura del proletariado, que debe ser organizado por el Partido Comunista, y que en nuestro país será otro partido Comunista, no el fundado en 1931; partido que se unió a Chávez para espoliar al país y dejarlo en la ruina, y que ahora desaparece por su mala fama.

Ese partido minoritario que llaman PSUV trata de ser el sustento del gobierno sin tener el debido compromiso revolucionario, por eso es que Maduro se apoya en sus ministros para tratar de llevar el mensaje y las políticas de la revolución. Lo extraño es que ni el PSUV ni el Partido Comunista ni los ministros han levantado su voz para denunciar que los venezolanos están comiendo la basura de la calle, que no tienen medicinas y que la inflación generada por el gobierno impide comprar lo indispensable. Todos son cómplices de esta tragedia.

El mencionado alto mando político de la revolución está conformado por Aristóbulo Istúriz, un político que le ofreció al pueblo del estado Anzoátegui que lo iba a gobernar para convertirlo en una potencia mundial, y que fue castigado en las elecciones en 2015 a la Asamblea Nacional, perdiendo 8 de los 10 diputados posibles. Luego de ese fracaso en las elecciones parlamentarias el 6 de enero de 2016, abandona al pueblo de Anzoátegui –el cual se alegró mucho de que lo sacaran de la gobernación- cuando lo designa Maduro para el cargo de vicepresidente de la República, y un año después lo degradan al cargo de Ministro del Poder Popular para las Comunas y los Movimientos Sociales.

Otro miembro de ese súper equipo que nos llevara a la dictadura del proletariado es el actual vicepresidente, Tareck El Aissami, ex gobernador del estado Aragua, que ofreció en su campaña asumir el problema de la inseguridad. También fue castigado en las elecciones de 2015 a la Asamblea Nacional, perdiendo 8 de los 9 diputados posibles; quien abandona al pueblo de Aragua para convertirse en vicepresidente de la República el 4 de enero de 2017. La prensa y el gobierno de los Estados Unidos lo vienen acusando de facilitar el traslado de narcóticos a ese país y que es socio del empresario Samark José López Bello, quien dicen que es su testaferro y el encargado de traer los productos de las bolsas Clap.

Conforma el súper equipo el ministro del Poder Popular para Relaciones Interiores y Justicia, el Mayor General de la Guardia Nacional Néstor Luis Reverol Torres, acusado por el gobierno de los Estados Unidos de recibir pagos de traficantes de drogas por ayudarles a distribuir cocaína que sería enviada a Estados Unidos.

Para finalizar, tenemos a Ricardo Antonio Molina Peñaloza, quien abandonó la diputación que obtuvo en el estado Aragua, por lo que presumo que es amigo de Tareck, cuando lo designaron en agosto de 2016, ministro de Obras Públicas y Transporte. A este personaje le debemos la escasez de agua por no haber hecho un buen trabajo como ex presidente de Hidroven; y que ahora se la pasa amenazando con hambre a todo el que apoye a los opositores al gobierno.

Con estos bates quebrados es que Maduro piensa imponernos el comunismo, menos mal que están entretenidos con otras cosas, porque ya estaríamos viviendo en el socialismo si fueran eficientes, y no en la desgracia en las que nos tiene el gobierno.

De todas maneras, hay otro equipo de revolucionarios trabajando en un "plan reformista" contra este Gobierno y contra el socialismo del siglo XXI, como amablemente nos lo informó el Presidente; así que hay esperanza.

@rangelrachadell

07 marzo 2017

Futuro indefinido

El presente es inhumano, y, a menos que pase algo, mañana o pasado, seguiremos teniendo este infame presente. Lo que suceda será el resultado de una de las cuatro visiones de futuro que imaginemos; según Peter Thiel en su obra De cero a uno. Esas visiones del futuro las define Thiel, de esta manera: el pesimista indefinido, el pesimista definido, el optimista definido y el optimista indefinido.

A la sociedad venezolana no se le puede retratar en una u otra de las características de la anterior clasificación, por lo que se intentará identificar los orígenes de las decisiones que toma el venezolano preocupado por corregir su presente.

El pesimista indefinido visualiza el peor futuro, ve venir una gran ola que lo puede ahogar y no hace nada, solo se le ocurre esperar sentado a que llegue su fin. Los antiguos griegos asumían que el futuro era un trágico destino, sus grandes obras reflejan la imposibilidad de cambiar el futuro. En nuestro país es aquella persona que cree firmemente en el advenimiento del comunismo, que es cuestión de tiempo, que nada lo podrá evitar; que la presente dictadura es solo el paso previo a la pérdida de toda propiedad e iniciativa personal. La solución que se le ocurre al pesimista indefinido es disfrutar de lo que queda de país, mientras pueda, de los buenos amigos, de una que otra fiesta o paseo. Se entretiene de cualquier manera; escucha la orquesta del Titanic mientras se hunde el barco. Nada se puede hacer.

Otro personaje es el pesimista definido, este sabe que el futuro será lúgubre, y busca anticiparse a las circunstancias. Hace planes, invierte, ahorra, sabiendo que nada de lo que haga será suficiente. Estima que el fraude socialista durará muchos años, que hay que sobrevivir a esto de alguna manera; hace su cola, un negocito, mata tigres (trabajos esporádicos); tramita el pasaporte. Sabe que el desastre viene, y por alguna desconocida razón tiene esperanza, espera salvarse, y no sabe cómo; por lo pronto se va del país.

El optimista definido sabe que puede alterar el futuro, o como dijo Peter Drucker: “La mejor forma de predecir el futuro es crearlo”. Y también Steve Jobs, dijo: “La mejor forma de predecir el futuro es inventarlo”. Ambas frases se apoyan en el poder creativo del ser humano y consideran que el futuro siempre será mejor, solo hace falta ponerse a trabajar. En nuestro país tuvimos una gesta independentista triunfadora, pudimos superar la Guerra Federal con su exceso de muertos, logramos dejar en el pasado la dictadura gomecista; así que saldremos de la dictadura del socialismo del siglo XXI y olvidaremos a Maduro, a sus compañeros de latrocinio y a uno que otro narcotraficante que dicen que está en el gobierno. Este venezolano optimista definido cree que las elecciones sacarán a esta gente y vendrá el cambio.

El optimista indefinido sabe que el futuro será mejor, no sabe cómo ni con quién se logrará llegar a ese futuro; es solo cuestión de tiempo que le caiga la solución del cielo; es una cuestión de azar. Algunos opinan que hay que negociar las opciones con el gobierno: unas elecciones alguna vez en la vida, con los partidos que permita existir el CNE, con presos políticos, en las condiciones y los candidatos que le parezca al gobierno. En el mejor de los casos puede que ocurra una elección, unas marchas, algo de movilización social, o alguna otra solución. Más temprano que tarde nos quitaremos de encima a los gobernantes que no se preocupan por el hambre y las enfermedades. Este personaje tiene fe en que siempre le irá mejor, algo así como “vaya viniendo vamos viendo”; la cosa no puede ser tan mala, ya resolveremos.

Lo que sí es cierto es que el gobierno en indefinido no resuelve los grandes problemas públicos, nada de soluciones ante la inseguridad ni otros males generados por ellos mismos. Lo que se les ocurre es regalar comida en bolsas, como si estuvieran entregando dinero; eso es lo mejor que puede hacer.

Ante un futuro pesimista definido los políticos no pueden hacer nada por el país y usted tampoco. En un futuro pesimista indefinido los políticos no pueden hacer nada, pero usted podría liberarse de ese destino. En un futuro definidamente optimista los políticos ya tienen la solución y la están implementando. En un futuro indefinidamente optimista los políticos no tienen ni idea de cómo remediar este asunto, carecen de un plan real para salir de la crisis, aunque seguro que todo se solventará. El problema es que, hasta ahora, nadie ha logrado llevar a cabo la estrategia de cambio que ha ofrecido. La política, como muchas actividades, necesita del ensayo y del error.

El futuro de Venezuela parece que es aleatorio, no se sabe qué se puede hacer, las soluciones están en desarrollo o están cerradas; habrá elecciones o no las habrá; cualquier consecuencia es posible; así que la democracia llegará por las vías conocidas u otras por concebir.

Algunos queremos una democracia representativa y liberal (ese fue el pensamiento de los civiles que acompañaron a los libertadores). Todavía no sabemos cómo escapar de la camisa de fuerza impuesta por el TSJ, el CNE y el gobierno, para lograr el país ideal.

Por lo pronto el futuro es una extensión del presente, el mejor futuro tendremos que inventarlo.

@rangelrachadell