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20 febrero 2018

Anuncios sorpresa y tedio

En un país tan aburrido como la Venezuela gobernada por Maduro esperar el siguiente anuncio no genera expectativas; hay tantos problemas heredados o creados por su forma de gobernar que casi cualquiera que intente resolver es un pasaje al desencanto. Algo para contarles a los hijos que están fuera, la última locura, el más reciente disparate.

Solo este año ha dicho que el carnet de la patria será el instrumento para pagar las pensiones; que las bolsas CLAP cubrirán las necesidades de 6 millones de venezolanos; que les llegará a 4 millones de familias los bonos especiales con los que podrá solventar la grave crisis que su gobierno desató. Falta empezar a construir el millón de viviendas ofrecidas para este año; para lo cual no existen el cemento, las cabillas ni la arena. Sin contar las carencias de electricidad, colectores de aguas, tuberías, hierro. Qué fácil es ofrecer.

Al sector salud le ha garantizado que las mujeres embarazadas recibirán un bono, que la recién bautizada misión Barrio Adentro 100% tendrá que trabajar casa por casa; que los muchachos del plan chamba juvenil van a hacer trabajo social de gratis (para ellos); que comprará un montón de equipos quirúrgicos y de tecnología para los hospitales, aunque los existentes estén paralizados por la escasez de repuestos. No quiero hablar de lo que le propuso al sector educativo, y eso por cuanto empezaría por los conucos escolares en todas las instituciones educativas, además de la promesa de entregar plata que no es de él.

Hasta ahora, lo único cierto es que Maduro ha venido aumentando el salario mínimo por debajo de la inflación, sin permitir que los patronos trasladen el costo de este aumento al precio de los productos, con la consecuente pérdida de puestos de trabajo.

El 18 de febrero, Maduro anunció que tenía una "sorpresa" para ese domingo; pero no es la primera vez que anuncia sorpresitas. En marzo 2017, dijo que habría sorpresas con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump; nada de nada. En octubre de 2017, habló de sorpresas muy importantes, que terminaron siendo el aumento de 30% del sueldo, la bolsa CLAP y el bono navideño. En noviembre de 2017, dijo que habrá “sorpresas” cuando el carnet de la patria sea el requisito para sufragar a nivel nacional; y, muy importante, la distribución del pernil navideño, lo cual no se cumplió. Lo hizo en diciembre de 2017, cuando generó preocupación en la frontera por “la sorpresita” que iba a divulgar.

En cualquier urbanización pueden dar fe del exceso de basura, y si el alcalde es rojito seguro que no la recogen con la debida frecuencia. Lo que no recuerda la gente es que, en diciembre de 2017, Maduro se comprometió a cubrir la dotación de aparatos para la recolección de desechos sólidos, pero no se ha visto la reluciente maquinaria que debería estar prestando ese importante servicio público. En esa misma oportunidad ordenó a la empresa Corpoes que adquiera la materia prima para la fabricación, renovación e importación de cauchos. Cauchos, aceite, me suena; tengo que ir a comprar esos productos, espero que me alcance el dinero que tengo. Para mí no hay bono, carnet ni caja o bolsa, ni juguete chimbo que al cabo no quería.

Chiste repetido. A Maduro le gusta crear tensión sobre sus próximas palabras. El anuncio de que dentro de poco habrá un anuncio; otro parto de los montes. Ya no hay sorpresa, puro tedio por la espera.

Lo que sí hay a cada rato son viajes sorpresa a Cuba y trampas electorales.

Sorprendente sería que Maduro disolviera la asamblea nacional constituyente por inconstitucional; que le restituyera a la Asamblea Nacional sus competencias y recursos; que devolviera empresas, haciendas y fábricas robadas con el cuento de la expropiación; que dijera que la Ley de Presupuesto y su informe anual, presentados ante la constituyente o el Tribunal Supremo de Justicia, son ilegales; y un largo etc. Sorpresa es que se fueran bien largo y lejos.

Los anuncios de Maduro son como la fábula de Esopo, que versionó Samaniego, así:

“Con varios ademanes horrorosos,

los montes de parir dieron señales.

Consintieron los hombres temerosos

ver nacer los abortos más fatales.

Después que con bramidos espantosos

infundieron pavor a los mortales,

estos montes que al mundo estremecieron

un ratoncillo fue lo que parieron”.


Total, que Maduro no dijo nada, se hicieron los mudos.

@rangelrachadell

07 febrero 2018

Invasión a la carta

Todos los cursos de Comando y Estado Mayor de la Fuerza Armada se entretienen con hipótesis de conflicto, antes con Colombia y Brasil, ahora con un enemigo que habla inglés, portugués, holandés o castellano.

En estos ejercicios mentales se analiza cómo, por dónde y cuándo se podría invadir a nuestro país. Los militares de otros países, ante el agotamiento del tema, también analizan posibles conflictos de otros Estados; simulaciones van, simulaciones vienen.

Antes de efectuar una invasión se deben definir los objetivos. Una parte quiere sustituir a la cúpula gobernante; la apertura del canal humanitario a fin de que llegue comida y medicinas para todos; la liberación de los presos políticos; el respeto a la institucionalidad de la Asamblea Nacional y a sus facultades para designar al Consejo Nacional Electoral, al Tribunal Supremo de Justicia, recuperar el control presupuestario y de gestión del Poder Ejecutivo; gestionar un proceso electoral, sin trampas o represión de los actores políticos, que permita recuperar la legitimidad de la presidencia. Los que gobiernan dicen que una invasión ocurriría para apropiarse de los recursos naturales, de nuestro petróleo; y ocuparnos como base de operaciones para subyugar a la América Latina.

Una invasión necesita varias condiciones: apoyo internacional, apoyo logístico, apoyo popular. Para defenderse de una invasión se necesita: apoyo internacional, apoyo logístico, apoyo popular.

El primer apoyo internacional que tiene que ganarse quien intente atacar o defender a Venezuela es el de Colombia; con menos guerrilla que antes; con militares dedicados a la lucha interna y no a la extorsión en carreteras, aduanas y aeropuertos, como me cuentan que hacen por aquí. Colombia es el factor de equilibrio, tenemos 2.219 kilómetros de límites, de fronteras vivas, con miles de habitantes de lado y lado. La frontera con Brasil es pura selva. No se puede efectuar una invasión sin la anuencia de Colombia, y quien representa al Estado colombiano es su presidente Juan Manuel Santos, de quien Maduro, en su política de buen vecino, acaba de llamar: “basura, imbécil, estúpido”.


Hay que ver que Maduro tiene mala prensa, hasta el presidente Trump lo acusó de violar los derechos humanos y socavar las garantías de la democracia venezolana; y el secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, se refirió al gobierno de Maduro como un "régimen corrupto y hostil". Ni hablar del grupo de Lima o la Unión Europea. Así no se puede.

Los que defienden a Maduro son Cuba, Nicaragua, Bolivia y otros pocos, rodeados de agua por todos lados, muy agradecidos por el dinero que reciben en desmedro de la calidad de vida del venezolano. Rusia y China están lejos, tienen derecho a veto, en el supuesto de que haya algún trámite en la Organización de Naciones Unidas. Sin embargo, no se procuró el mandato del Consejo de Seguridad en la invasión de Irak.

La logística de una acción militar exige: material militar, comida y transporte. El material militar de los atacantes no lo conozco, del apresto operacional venezolano tengo mis dudas. Alguna vez tuvimos un armamento decente, pero dudo que esté en buenas condiciones debido a la falta de mantenimiento de los equipos, solo mencionar los 10 accidentes de helicópteros de esta administración socialista, la mayoría identificados con siglas rusas MI. Corre el rumor de que los tanques y los aviones no están artillados, que las municiones están guardadas lejos de los cuarteles. Comentan, desde los hechos del Fuerte Paramacay, que las bombas y los percutores están bien lejos unos de otros.

Napoleón Bonaparte, dijo: “Un ejército marcha sobre su estómago”. Nosotros, el pueblo, no conseguimos pollo, huevos, carne, leche, arroz, azúcar, harina de maíz y un largo etcétera, no me imagino qué comen nuestros soldados. Los socialistas tienen que reunir y alimentar a los combatientes, y a los chavistas que se presenten a defender el sagrado suelo de la patria en contra de la planta insolente del extranjero, sin un recipiente isotérmico cilíndrico construido en acero inoxidable, conocido como olla.

El transporte se puede identificar con tiempo. Los chismosos cubanos van a advertir cualquier movimiento de un portaaviones en el mar Caribe y se lo van a contar a su amigo Maduro. Pueden estar tranquilos si vienen a invadir por mar, y si es por tierra se tardarían unas cuantas horas en llegar a Caracas desde Maicao o San José de Cúcuta. Si los invasores llegan por vía aérea, desde ahí mismito como es el Aeropuerto Hato Curazao; tendrá que defenderse con los aviones gringos F-16, los Sukhoi rusos y los K8W de China; que ignoro si los que deberían estar en la Base Aérea Libertador, en Palo Negro, estado Aragua, o en el Aeropuerto Jacinto Lara, en Barquisimeto, estado Lara; están operativos. En el Aeropuerto José Antonio Anzoátegui, que está ubicado en Barcelona, estado Anzoátegui, no debe haber ninguno, pues los aviones comerciales se hundían por problemas de asfaltado.

Con bombas, que pueden lanzar desde suelo americano, es delicado, o como apuntó Diosdado Cabello: ¿creen que estas bombas si caen en Venezuela van a preguntar si usted es chavista u opositor?

La gran solución es la que declaró Maduro: “Eso sí, todos los colectivos, en un momento dado, si los gringos algún día nos invadieran, les saldrían como hormigas y se los tragarían como pasó en Vietnam”.

Estamos en manos de los colectivos, ese es el apoyo popular. Dios nos ampare.


@rangelrachadell