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07 junio 2016

Bandidaje gubernamental

En su libro Poder y Prosperidad, Mancur Olson (1932-1998), propone una teoría que explica que una dictadura estable es peor para el crecimiento económico que una democracia, aunque mejor que una anarquía.
Este autor razona que la forma de gobierno influye sobre el desarrollo económico de los pueblos, y que un dictador egoísta (vale lo mismo decir un presidente egoísta) se dará cuenta que no puede destruir la economía de ese lugar ni matar de hambre a su gente si planea quedarse algún tiempo, pues de esa forma agotaría todos los recursos disponibles y al año siguiente no tendría nada para robar (hay un excelente resumen de esta tesis en el libro El Economista Camuflado de Tim Harford).
Expresamente dice: Si el líder de una banda ocasional que sólo obtiene pobres botines tiene la fuerza suficiente como para apoderarse de un territorio dado y mantener alejados de él a otros bandidos, podrá monopolizar el crimen en ese territorio; se convertirá en un bandido estacionario.
Al gobierno de los ladrones se le llama cleptocracia, en este no existen frenos y contrapesos, no se produce un equilibrio en la sociedad, y se considera que todos los sectores del poder están corruptos, desde la justicia, funcionarios de la ley y todo el sistema político y económico.
  

Según la teoría de Olson, al que gobierna no le interesa matar a la gallina de los huevos de oro, en nuestro caso Pdvsa y el país, pero en el ejercicio del poder impone unos costos a la sociedad que hace inviable cualquier inversión y por eso las sociedades no se enriquecen, más al contrario se empobrecen, y llega un punto en el que solo se busca fortalecer el poder del gobernante, única garantía de poder seguir depredando.
Cuando ocurren hechos de violencia, llámense saqueos o revueltas, lo que demuestran es que la banda que detenta el poder está perdiendo el control, ya que un líder inteligente jamás impondrá unas cargas tales que la familia que detenta el poder tenga que pagar parte de esos gastos o ponerla en riesgo.
El autócrata puede llevar a satisfacer su ego, y cuenta Olson que por la mente de Fidel Castro cruzaba como un relámpago nuevas ideas, y ordenaba que se ejecutaran. Si se encontraba con un puente maltrecho mandaba que lo arreglaran, si su Jeep se atascaba imponía la pavimentación de la carretera. Ante la sequía mandaba a construir un nuevo pantano. Todo esto me recuerda a ese personaje que caminaba por el centro de la ciudad y ordenaba “exprópiese” como si su voluntad fuera única. Al igual que con Fidel, satisfacer los gustos de Hitler, Stalin (y Chávez) consumió una parte gigantesca de la renta nacional de estos países.
Harford considera que el modelo de Mancur Olson subestima el daño que los malos gobiernos pueden causarle a la sociedad. En su libro El Economista Camuflado cuenta el caso de un presidente africano, y expresa que este “tiene que mantener felices a cientos de miles de policías armados y de oficiales del ejército, así como también a muchos funcionarios y demás seguidores”. Considera que a falta de controles: La forma sucedánea (de control) es una corrupción a gran escala y tolerada por el Gobierno.
Analiza que la corrupción es tremendamente derrochadora, y comenta que los policías, funcionarios o militares, dedican su tiempo a hostigar a cambio de pequeñas ganancias. Dice que la fuerza policial entera está demasiado ocupada con el cobro de sobornos como para atrapar a los delincuentes.
Como respuesta, la sociedad genera mecanismos defensa, viajan menos o a las horas más concurridas, llevan consigo menos dinero, tienen al día muchos documentos, sean necesarios o no, todo con el fin de defenderse de los intentos de soborno.
Los gastos aumentan por los costos ocultos para resolver un trámite, o el tiempo de respuesta de los tribunales como parte del sesgo de la corrupción. Cada retraso es una oportunidad para obtener un soborno, cuanto más lento sea el proceso ordinario, mayor es la tentación de pagar una suma de dinero para acelerarlo. Todo este sistema depredador genera un amplio apoyo del funcionariado para mantenerse en el poder.
Si a esta teoría le agregan la decisión del gobierno de trabajar solo dos días a la semana, tendremos la cleptocracia perfecta.
Nuestro problema es que la realidad se parece mucho a la teoría o que a alguien se le ocurrió imponer esta teoría a Venezuela.

@rangelrachadell