Por Jesús Rangel Rachadell
Artículo de opinión publicado en El Nacional
Hay en nuestro inconsciente colectivo un rasgo que se
presenta de muy variadas maneras, y es la impaciencia.
He presenciado y vivido esa impaciencia; recuerdo un viaje a
Tucacas en el estado Falcón, un primero de enero de 2002, en esa época la vía
de Morón a Tucacas tenía un canal de ida y uno de vuelta, y hay que atravesar
el pueblo de Boca de Aroa, un pequeño pueblo sin grandes pretensiones, pero ese
día decidió protestar por la falta de luz cerrando la vía de acceso al pueblo,
lo cual provocó largas colas; esas largas colas generaron que los conductores
fueran en contra vía, buscando adelantar; otros se lanzaron a la verde grama
creando cuatro canales que no existían, todos en el mismo sentido; la
consecuencia fue una tranca por muchas horas. Todo se resolvió cuando un
vehículo oficial fue abriéndose camino y permitió que lo vehículos que venían
en sentido contrario pudieran pasar y destrancar el acceso a Boca de Aroa; esto
fue una locura colectiva en la que caímos todos; nos faltó paciencia.
Esta manera de comportarse parece que está en nuestro genes
conductuales; haga un experimento, visite la cantina de cualquier colegio a la
hora del recreo, verá cómo se atropellan los estudiantes para comprar todos al
mismo tiempo (suele ser más común con los estudiantes de los grados
superiores); hacer una fila, una cola, es algo que vemos muy a menudo, pero si
alguien hace presión, se colea, se genera un bululú, se rompe la fila y con un
gran desespero todos tratan de llegar a la entrada. No tenemos paciencia.
En política nos pasa algo parecido; recuerdo la huelga
general convocada el 2 de diciembre de 2002, la cual tuvo entre otros
antecedentes el paquete de 49 decretos-leyes dictado en noviembre de ese mismo
año; esa huelga no era indefinida; el 6 de diciembre de ese año, cuando el
señor Gouveia mató a varias personas en la plaza Altamira, lo cambió todo; el
deseo de acelerar los procesos políticos llevó a la dirigencia opositora
–presionada por los radicales- a extender la huelga, lo cual fue un cambio de
estrategia, y los resultados fueron desastrosos; lo que aprendimos fue que si
tienes una estrategia debes atenerte a ella.
En el año 2005 la oposición, ante el temor de la
verificación del voto –el miedo es un factor político, y nos dejamos llevar por
nuestras emociones-, intentó crear una crisis institucional al retirarse de las
elecciones a la Asamblea Nacional, se especuló que una Asamblea Nacional sin
representación de la mitad del país no sería legítima, y que el gobierno
tampoco sería legítimo; pero lo que se logró fue una Asamblea con la
representación que le dieron los que votaron; le entregamos al gobierno una institución
tan importante para nuestro país a cambio de una expectativa de crisis. Luego
vimos cómo nos arrasaron con el poder que ejercieron en la Asamblea Nacional,
nos jugamos un todo o nada y nos quedamos sin nada.
Lo que hemos buscado es que el gobierno cambie, mientras
llega la oportunidad de cambiar al gobierno; siendo esos nuestros objetivos
debemos definir una estrategia, no lo que se está haciendo ahora que es
lanzarle ataques al gobierno como si fueran piedras, o efectuando un ataque con
piedras como si con ello fuéramos a tumbar a un gobierno. Necesitamos un nuevo
tipo de esfuerzo, algo tan contundente que derribe el muro ideológico, lástima
que los referentes históricos se refieran a cambios materiales, no al mundo de
las ideas. Constantinopla cayó cuando sus muros fueron derribados, y ese
momento llegó cuando los atacantes turcos se presentaron con una nueva arma, el
cañón; necesitamos novedad en las ideas, y tal vez en las caras; para
presentarnos con fuerza en la mente de los ciudadanos que es donde se ganan las
elecciones.
Pareciera que exigir libertades o libre empresa no fuera
suficiente, que la lucha contra la corrupción sea una idea arrojadiza, que el
irrespeto al otro encuentra indiferencia; ¿la mayoría de los ciudadanos es
indolente por no interesarle esos temas? Me niego a pensar que los venezolanos
seamos unas personas cómodas a las que no les interesa un país digno, un país
en el que sus hijos puedan salir de noche, divertirse, estudiar, tener un
empleo decente; sabemos que con el socialismo del siglo XXI eso no será
posible, pero ¿dónde está esa gente que quiere ese futuro que no sale a las calles? ¿Qué están esperando, un
Mesías?
Esos mismos ciudadanos que querían salir de este gobierno a
como diera lugar; que a solicitud de sus dirigentes se encerraron en sus casas
durante casi dos meses durante la huelga de 2002, ahora son escépticos, pasaron
de una impaciencia política a una dejadez política; los ciudadanos, el pueblo,
tienen que ser actores de su destino, tienen que tener fe, tenemos que seguir
insistiendo, ya despertaran, hay que tener paciencia.
Yo les aseguro que el tiempo del cambio está cerca, no sé si
a vuelta de un mes o un año, pero esta gente que gobierna es tan torpe y tan
deshonesta, que falta poco para que nos pongan a pasar hambre, y con hambre la
gente no piensa ni agradece.
@rangelrachadell