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20 septiembre 2016

Justificación para la rebelión

Ir a una guerra, ya sea contra otro país, civil o ideológica tiene que estar justificada. Toda guerra debe ser justa para el que participa en ella, aunque es posible que se generen grandes males.

El catecismo de la Iglesia Católica recoge la doctrina de santo Tomás de Aquino, relativas al derecho a la rebelión, una modalidad del derecho a la defensa. Estamos hablando del ejercicio legítimo del derecho a la resistencia de los ciudadanos, frente al derecho legítimo de los gobernantes a mantenerse, a toda costa, en el ejercicio del poder.

Lo que se desea es defender la democracia, los valores republicanos, ante el ataque a las instituciones constitucionales, derechos consustanciales al libre desenvolvimiento de la personalidad. Esto puede parecer trivial si, además, este gobierno nos está afectando derechos tan básicos como el de la alimentación o a la vida, que el Estado no protege, ya que no cumple con su obligación de prestar seguridad a los ciudadanos.

La Iglesia Católica nos enseña: El ciudadano tiene obligación en conciencia de no seguir las prescripciones de las autoridades civiles cuando estos preceptos son contrarios a las exigencias del orden moral, a los derechos fundamentales de las personas o a las enseñanzas del Evangelio (N° 2242).


Permítame una digresión; este “orden moral” fue mencionado por el Tribunal Supremo de Justicia cuando declaró la inconstitucionalidad de la Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional, sancionada por la Asamblea Nacional, en sesión ordinaria del 29 de marzo de 2016, con, entre otros, el siguiente argumento:

“…Se beneficiarían de esta ley los investigados, imputados o condenados, … hayan estado o no a derecho… por una serie de delitos ordinarios y comunes, … que en nada conducen o colaboran a una reconciliación nacional sino a una impunidad escandalosa en detrimento de la moral pública, subvirtiendo el orden moral y jurídico del país...”. Sentencia de la Sala Constitucional N° 294, del 11 de abril de 2016.

La sala opina que todos los presos políticos son unos delincuentes, hay quienes pensamos distinto.

El orden moral se refiere a las normas de las personas para su bien personal, pero la Sala Constitucional se refiere a un orden moral del país, como si este pudiera existir, lo cual es un error por definición; hay un orden jurídico que busca el bien común de la sociedad, pero no es personal.

Sigamos. La actuación del gobierno va en contra del orden moral cuando afecta el bienestar de cada uno. Si usted tiene que hacer colas de horas para adquirir alimentos eso afecta su orden moral; al igual que si le falta medicinas. Si no tiene libertad para adquirir libremente los productos que necesita para sobrevivir, usted es un esclavo de sus necesidades. No hay respeto a la persona cuando se la humilla en la búsqueda de sus alimentos.

Al ejercer el derecho natural a la resistencia o a la rebelión, siguiendo el catecismo, debemos cumplir unas exigencias: la resistencia a la opresión de quienes gobiernan no podrá recurrir legítimamente a las armas sino cuando se reúnan las condiciones siguientes: 1) en caso de violaciones ciertas, graves y prolongadas de los derechos fundamentales; 2) después de haberse agotado todos los otros recursos; 3) sin provocar desórdenes peores; 4) que haya esperanza fundada de éxito; 5) si es imposible prever razonablemente soluciones mejores. (Nº 2243).

Los niveles de la resistencia, son: resistencia pasiva, resistencia activa (legal o de hecho) y rebelión.

Revisemos si se cumplen las anteriores precisiones, para que proceda el derecho a la rebelión:

¿Existen violaciones ciertas, graves y prolongadas de los derechos fundamentales? Entendemos como derechos fundamentales todos los previstos en nuestra Constitución, por ejemplo: el derecho de revocar las autoridades electas es un derecho fundamental; por eso, cualquier derecho que se limite mediante la restricción de las garantías de tal manera que haga nulo el derecho es una infracción grosera. Si la violación de los derechos fundamentales es grave y prolongada se estaría cumpliendo la primera exigencia.

¿Se han agotado todos los recursos? La oposición democrática ha solicitado el revocatorio cumpliendo las exigencias reglamentarias (no existe ley que regule esta materia); reunimos las firmas que nos solicitó el Consejo Nacional Electoral, en las condiciones leoninas que impuso; cumplimos con los lapsos, pero las autoridades no acatan sus normas.

¿Hemos provocado desórdenes? La respuesta es negativa, no hemos provocado males mayores.

¿Tenemos fundadas esperanzas de éxito? En el revocatorio sí, lo ganaremos sin problema; en una acción de resistencia o de rebelión todavía no. Las armas las tienen otros, y los militares parece que piensan que todo está muy bien, que en el país nadie pasa hambre, y que no es necesario hacer nada para que la situación mejore, ya que todo está perfecto.

¿Tenemos soluciones mejores? Si no se llama a referéndum revocatorio este año no podremos cambiar este gobierno, no solo a Maduro, a todos los ministros, todas las malas políticas implementadas por estos socialistas de pacotilla; seguiremos pasando hambre y en la perdedera de tiempo por conseguirla, además de otras falencias insoportables. No parece haber otra solución.

Si no hay alternativa se estaría configurando el derecho a la rebelión, por lo menos en los términos del mencionado catecismo.

Sigamos a su santidad Juan Pablo II, cuando, en su exhortación apostólica Christifideles Laici, expresó: Los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la “política”.

06 septiembre 2016

En el trono de Fortuna

Todo al que le va bien piensa que su buena fortuna nunca se va a acabar, ya sea que obtenga dinero o conquiste al sexo opuesto, que gane elecciones o juegue a los dados.
Arrastrado por el viento de su buena estrella llegó a lo más alto, sin ningún esfuerzo. Dejó la pobreza y consiguió lo que ningún chofer ha logrado; conquista equiparable a la del rey Servio Tulio, quien nacido de madre esclava logró la majestad, gracias a la diosa Fortuna.

Los romanos creían que esta diosa estaba presente en las distintas etapas de vida, tutelaba el nacimiento del hombre y lo acompañaba desde niño; solo que con este sujeto se perdió, no supo adónde ir; fue a La Candelaria, a El Valle, a Los Chaguaramos, a Santa Rosalía, en Caracas; a El Palotal de Táchira, y hasta a Cúcuta; a esas comarcas fue la diosa a buscarlo el día de su nacimiento, pero no lo encontró, pocos saben dónde realmente nació. Es el hombre de ninguna parte, no es de extrañar que en un futuro aseveren que nació en un avión en pleno vuelo.

Su historia está oculta detrás de una nube gris. Este personaje estudió en un liceo de Coche, en Caracas; y luego desapareció, pasando a estar bajo la protección de los cubanos, un tránsito afortunado que lo llevó a una transformación, como si hubiera tomado la toga viril. Por azar fue que el personaje terminó en Cuba, estuvo con las juventudes adoctrinadas en la lucha de la revolución, para obtener el poder ofreciendo la utopía de un mundo sin clases, sin diferencias sociales; de una pobreza igualitaria que a todos nos hace sufrir; el mundo ideal del comunismo, la falsa esperanza del logro sin esfuerzo; desmintiendo lo que dijo Platón, que las cosas grandes no se hacen sino con grandes dificultades.
La diosa fue espléndida con el gobernante, y le aportó soberanía, le permitió el autoritarismo estatal; todo a cambio de someter a su poder a los débiles. El timón es su insignia, decide el rumbo, dirige a sus escogidos hacia la virtud de manera generosa, hasta que la desmesura hace que la diosa cambie su capricho.
El que se cree coronado de laurel y que es mejor que los demás, que su pensamiento es suficiente para gobernar un país, que no cuida de la salud pública, se ve envuelto por la oscuridad de la providencia. Porque solo los necios se atreven a tentar la cólera divina, son unos engreídos que creen en pajaritos que le indicarán su destino como si estuvieran leyendo los auspicios, sin darse cuenta de que el pájaro voló por el oeste.

Todo el poder que tuvo no es más que un hielo derretido, ya no es el otrora hombre fuerte, el escogido, el designado. De su autoridad excesiva no queda nada, solo el reflejo de la luna en el agua, una ilusión de mandarlo todo y que nada le obedezca. La diosa Fortuna le quitó los regalos que le dio.
Hoy tiene el temor de salir a la calle, mucho desasosiego, ahora sí es un cobarde; justo después de solazarse en la ociosidad que aporta la riqueza, ni siquiera disimuló cariño con el pueblo, por eso la repugnancia que le tienen, como diría Aristóteles, es un animal civil que hace daño.
Ya vimos que la salud puede echar de esta vida hasta el más poderoso, cualquiera puede caer del trono de Fortuna. Somos humanos, y cual veleta somos dirigidos por el viento, solo que ese viento –en este momento– se orienta hacia la democracia, sin retorno a los lares de la dictadura.

En mala hora cruzó una esquina, pasó por un callejón; fue derribado del aprecio, perdió la gloria, todo por una gran marcha del pueblo que le dio a una señora la fuerza para enseñarle su olla vacía.
@rangelrachadell
Artículo de opinión publicado en El Nacional Web, el 6 de septiembre de 2016: http://www.el-nacional.com/jesus_rangel_rachadell/trono-Fortuna_0_916108427.html