Si habrá o no elecciones para salir de la dictadura no lo
sabemos, pero si la oposición pudiera organizar el proceso electoral tendremos
que resolver varios e importantes problemas.
El
gobierno de Chávez y Maduro viciaron los procesos electorales de muchas
maneras, y quienes dirigen el Consejo Nacional Electoral no protegieron el
derecho al voto, a la representación popular e impidieron la participación de
importantes sectores de la sociedad por el hecho de pensar diferente a ellos,
por no querer ser dominados por el comunismo a la cubana.
El
principal problema que debe enfrentar la oposición es la migración forzada por
el hambre generada por el gobierno del socialismo del siglo XXI. Demás está
decir que, si están fuera del país 4 o 5 millones de venezolanos, en su mayoría
son los desencantados con la plaga militar. Los que se fueron al principio lo
hicieron previendo el desastre económico al que nos iba a llevar la demagogia
electrizante del iluminado de Sabaneta. Los que se fueron, y siguen yéndose,
vivieron en su estómago las nefastas decisiones de Maduro y los muertos que ha
traído la dictadura, los hermanos Rodríguez y el sinfín de compinches
subyugados al dinero del petróleo.
En
Venezuela, con casi 25% del electorado fuera del país, nos encontramos con la
población dividida en 80% de oposición y 20% del gobierno (parece mentira que
este gobierno pueda tener tanto apoyo a pesar de las penurias que nos hace
pasar). Significa que necesitamos que los venezolanos en el exterior puedan
ejercer su derecho al voto, para ello es necesario que el Estado venezolano
implemente muchos centros de registro en el extranjero, no solo en las
embajadas y consulados; además, que les otorgue el tiempo y hagan la
divulgación suficiente para inscribirse. A los migrantes, con o sin problemas
económicos, se les hará muy difícil ejercer el voto, pues tendrán que
trasladarse largas distancias, algunos en climas exigentes; por ejemplo: Chile,
en el que la migración se ha ubicado en pueblos del interior de ese país,
trasladarse a Santiago es equivalente a un periplo.
También
hay problemas con el registro electoral de los electores que siguen en el país,
el CNE se ha encargado de mudar de su centro de votación a muchas personas sin
su consentimiento, una manera de distraer y amargarle la vida a simples
mortales, para los que votar es equivalente al esfuerzo de Sísifo.
Otro
problema es la representación política de la oposición, a la cual el CNE ha
perseguido, anulado y desconocido sin procedimiento alguno, es decir, sin
otorgar el derecho a la defensa. A eso se le suma la intervención de partidos
políticos por parte del Tribunal Supremo de Justicia, que ha desconocido a las
autoridades electas y le ha entregado la dirección de esas organizaciones a
seguidores y afectos del gobierno bolivariano (véase los casos de Copei y el
Movimiento de Integridad Nacional o MIN-Unidad). Mientras no se regularice la
situación de los partidos políticos anulados e intervenidos poco se podrá
avanzar en la organización de unas elecciones, para las que se depende de los
testigos y representantes electorales en las mesas. Cuando se podía postular
por cada uno de los partidos había una competencia sana, el que lograba más
votos demostraba su peso político, su capacidad de convocar, su organización
interna y la conexión de sus dirigentes con el electorado. Esta es una
realidad, el que tiene más votos puede aspirar a una mejor posición política en
la siguiente elección.
Aunque
la fecha de la elección pueda parecer lejana, no lo es. Si el proceso electoral
se efectúa dentro de 9 meses, un año o año y medio, esto está a la vuelta de la
esquina, por los problemas que he referido y por un detalle que se olvida.
Imagínense que mañana es el día de la elección en el que podemos escoger un
presidente democrático que respete las instituciones y gobierne conforme a la
ley, que se comprometa en que regresemos a ser otra vez un Estado de Derecho.
Usted
quiere votar, si vive en Caracas podría trasladarse en Metro si hay
electricidad, en carro si lo tiene bueno, si hay gasolina; salir del barrio
puede ser complicado. En el resto del país hay que acudir al sistema de
transporte, los llamados carritos por puesto, busetas, buses o microbuses. Hoy
son pocos los que funcionan, no tienen cauchos, frenos y demás repuestos. Si la
oposición quiere movilizar a sus electores tendrá que contactar y ayudar a los
propietarios de las unidades de transporte, y darles apoyo económico. Las
personas que estén trabajando en las mesas tienen que comer, hay que preparar y
llevarles alimentos y bebidas. El costo de esta particularidad del proceso
electoral pocos la ven, pero es imprescindible.
El
próximo proceso electoral puede que sea el primero sin el Plan República, sin
los militares dentro de los centros electorales. Un proceso en el que los
vestidos de verde no serán los que decidan si un testigo de la oposición puede
tener o no acceso a observar cómo se desenvuelve la votación. En el que la
fuerza de las armas no se imponga en un proceso netamente cívico. Su función
podría quedar circunscrita al traslado de material y su custodia, y el día de
la votación estar dedicados a colaborar con la policía en el control del orden
público, fuera del recinto electoral. Se lo han ganado por su apoyo a la
dictadura.
Ese
día votaremos felices.
@rangelrachadell