Por Jesús Rangel Rachadell
Artículo de opinión publicado en El Nacional
El derecho de hablar, de expresarse, es sagrado, Dios nos lo
dio cuando convocó a Adán a su presencia e hizo la pregunta de la cual ya sabía
la respuesta. Es como si Dios le hubiera dicho a Adán “habla”, exprésate, di tu
verdad, ¿cuéntame que pasó? ¡Defiéndete!
Dios le preguntó a Adán algo que ya sabía. Él sabía dónde
estaba Adán y qué había hecho, Dios es omnipresente (está en todas partes) y es
omnisciente (lo sabe todo), por ello conoce lo que vamos a elegir. Dios sabía
que Adán se iba a comer el fruto del árbol prohibido.
Hemos visto cómo a algunas personas (que sirven de ejemplo
de lo que son capaces en el gobierno en materia de represión) se les restringe
su derecho de expresarse bajo un falso conflicto, se plantea libertad personal
o libertad de ideas; si quieren la libertad personal no podrán hablar, no
podrán expresarse.
Todos nosotros somos perseguidos cuando las ideas tienen
limitaciones a su difusión, cuando se restringe el libre conocimiento; y eso lo
vemos como si lo tocáramos cuando se prohíbe usar las redes sociales (caso
Simonovis); al prohibir que se asista a reuniones públicas –donde se expresan
las ideas– (caso Sairam Rivas, quien tampoco puede ir a la playa, ya que tiene
prohibido salir del área metropolitana); al acusar de “terrorismo psicológico”
a los que denuncian las graves enfermedades que aquejan al venezolano por cuya
supuesta falta “hay que castigar a esta gente” (caso presidente del Colegio de
Médicos de Aragua, doctor Ángel Sarmiento), estos supuestos enemigos deben
callarse y no incurrir en la “terrible manipulación y cobarde acción mediática
emprendida por algunos sectores” al alertar de las enfermedades en nuestro
país; al prohibir declarar a los medios de comunicación nacionales e
internacionales (caso jueza María Lourdes Afiuni) o cuando se les impuso a los
estudiantes y hermanos Manrique Fuentes (estudiantes del Táchira) como
condición para su libertad la prohibición de declarar a los medios mientras se
les sigue el proceso.
La prohibición de expresarse mediante declaraciones a los
medios no está limitada a la investigación o condena, la prohibición es
general, es una pena infamante que le impide al procesado o condenado usar la
palabra, de alguna manera le imponen un castigo que ni en el infierno está
previsto.
La estrategia del silencio impuesta por el Estado venezolano
viola el derecho constitucional a la libertad de expresión, información, y la
libertad de prensa del pueblo venezolano, previstos en los artículos 57 y 58 de
la Constitución, y el Tribunal Supremo de Justicia en Sala Electoral (N° 127,
02/09/2004), ha expuesto: “La libertad de expresión y el derecho a la
información forman parte de las bases fundamentales de todo Estado democrático,
ya que el ejercicio de la democracia implica la existencia de un debate público
de los temas sociales y políticos”.
Esta estrategia del silencio también se le aplica a los
presos políticos cuando se les impide presentar los testigos que consideren
para defenderse de la manera que mejor les parezca, solo pueden hacerlo con las
pruebas que un juez acepte, es decir, con lo que el juez decida que pueda o
quiera oír, no con las palabras y los hechos que quieran demostrar los
acusados. Hay detenidos que por períodos de tiempo están incomunicados y no se
les permiten las visitas en la cárcel para evitar que otros difundan su palabra
(caso Leopoldo López, Scarano y Ceballos).
Lamentablemente, como una variante de la política del
silencio, está la limitación impuesta a los funcionarios del BCV a quienes se
les impide informar sobre las cifras de escasez y los obligan a retardar las
cifras de la mayor inflación del mundo, razón por la cual el amigo que está en
un pueblo de Barlovento que se llama Cumbo, donde no llega Internet y mucho
menos el Twitter, no puede enterarse de que los males de su pueblo son
consecuencia de la errada política económica del gobierno. A veces el silencio
es una manera de mentir, ya que la verdad –su verdad– no puede ser difundida, o
es para esconder horribles crímenes o una gran ineficiencia.
Cuando Dios preguntó: “¿Dónde estás?” fue para que Adán
hablara, y Adán no se quedó callado, y recordemos que Adán pudo haber
desobedecido, pero no mintió.