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26 junio 2018

Servicio público de salud


El Estado moderno se justifica por la satisfacción de las necesidades de sus habitantes. Este debe, a través de los servicios públicos, ayudar en el crecimiento personal; eso es lo que nos presenta el texto de la Constitución, en la que se enumeran derechos humanos que deben ser garantizados por el Estado.

La mención de un derecho en nuestra Constitución no es una invitación para que el gobierno preste el servicio público que garantice el derecho, genera para el Estado la obligación de hacerlo. Todo servicio público debe funcionar de manera continua, por cuanto las necesidades son permanentes; en el que la huelga está restringida y supeditada a la ejecución del servicio público, por eso deben garantizar el mínimo indispensable; por ejemplo: en materia de salud se debe asegurar la atención de emergencia, para que los ciudadanos se afecten lo menos posible. El Estado debe responsabilizarse por la igualdad en el acceso al servicio público, en el que no se admite la discriminación en el acceso al disfrute de esos servicios.


Aunque en nuestra Constitución se asevera que la salud es un derecho social fundamental, la ejecución del gobierno es pura palabrería; no se observa que se garantice el derecho a la vida, que se promuevan políticas para elevar la calidad de vida, el bienestar colectivo y el acceso a los servicios (artículo 83). En los hospitales que administra el gobierno no se otorga ninguna protección de la salud; y con los problemas de agua y electricidad no se puede cumplir con un mínimo de las medidas sanitarias y de saneamiento necesarias. El sistema público nacional de salud no es descentralizado, como lo ordena la Constitución.

La seguridad social es la que pagan los trabajadores para que les cubran sus riesgos, como cuando usted toma un seguro para su carro, si le pasa algo acude a cobrar la indemnización del seguro. El seguro social obligatorio trabaja de igual manera, cubre los riesgos de salud de los trabajadores, riesgos que ellos pagan, aunque sea poco. La ventaja de este tipo de seguro es que son todos los trabajadores los que cotizan, por lo que el costo de la protección del seguro se diluye en la masa. La asistencia social es atender a todas aquellas personas que no tengan un sistema de seguridad social financiado por el propio trabajador y su patrono.

La Constitución de 1999 mezcló los conceptos, llamó seguridad social a un servicio público de carácter no lucrativo, que garantice la salud y asegure protección en contingencias relacionadas, lo que antes de esta revolución conocimos como asistencia social (artículo 86), para más adelante decir que el Estado tiene la obligación de crear un sistema de seguridad social universal, integral, de financiamiento solidario, unitario, eficiente y participativo, de contribuciones directas o indirectas; y que la ausencia de capacidad contributiva no será motivo para excluir a las personas de su protección. Se definió la seguridad social como asistencia social, siendo dos conceptos distintos.

A todas estas, no tenemos ni seguridad social pagada por los trabajadores ni asistencia social gratuita para todos financiada por el Estado. En el papel existe un sistema público de salud que garantiza la prestación del servicio al que se comprometió el Estado por medio de la Constitución, aunque en la práctica poco es lo que se tiene, y lo peor es que no van a rectificar, ya lo hubieran hecho si tuvieran interés.

Los gobernantes no cometen un delito al incumplir con sus obligaciones constitucionales, pero debería estar tipificado como tal, ya que la consecuencia es la muerte de los venezolanos, esos mismos que se supone que son beneficiados por el petróleo, que es de todos según la propaganda oficialista.

Los hospitales no son centros dispensadores de salud, son lugares de cuidados paliativos cuando hay cómo ayudarlos. Los pacientes deben llevar todos los insumos, y los desesperados les ofrecen dinero a los médicos para que los operen. No hay comida para los pacientes ni para el personal que labora en las instituciones de salud; a veces hay carbohidratos: arepa sola, arroz sin nada, espaguetis sancochados, cero proteínas y vegetales. Los médicos más preparados que son adjuntos o jefes de servicio ven que los médicos residentes, que son los recién graduados que están estudiando posgrados, están perdiendo peso como el resto de la población. Solo la caridad de los pacientes y el resto del personal permiten que ellos se mantengan realizando sus labores, todo con el objetivo de formarse en una especialidad. Nuestros médicos no han conocido una situación hospitalaria como la que se está viviendo en la actualidad, ya que la falta de recursos ha llegado a su máxima expresión, y dicen que va a empeorar.

La diáspora de médicos viene apoyando a sus colegas enviándoles donaciones de comida para ellos y medicinas para que puedan ejercer y curar a los enfermos que atienden. Algunos de estos médicos que colaboran y están en el extranjero se hacen llamar “Médicos Unidos Venezuela”, dan esa mano que el gobierno del socialismo del siglo XXI les niega a los que trabajan en el sector público y a los más débiles.

Algunos médicos se mantienen por la docencia; otros, por la solidaridad para atender a los que no tienen adónde ir, pero hasta cuándo podrán aguantar la presión de ver que saben cómo actuar, pero no tienen con qué hacerlo.

El acto médico ya no es seguro, idóneo ni oportuno. El gobierno tampoco.

@rangelrachadell



12 junio 2018

Cautiverio de Caracas

Nada podía presagiar que faltaría la justicia, que sobraría el desorden, que conoceríamos el libertinaje de las instituciones, las cuales, libres de toda atadura moral, se dedicaron a dilapidar el presupuesto nacional en beneficio propio y de la camarilla militar; a satisfacer el poder. Vivimos como extranjeros en nuestra propia patria, atrapados y sin elecciones.

Con artimañas y promesas se hicieron del gobierno de Venezuela, en el que Caracas es la capital de la República y el asiento de los órganos del poder nacional; destruyeron la economía he hicieron que las familias se dividieran, provocaron la salida del país de los mejores y más preparados huyéndole al hambre. La oposición, débil por las constantes trampas de las señoras del Consejo Nacional Electoral y la persecución de sus dirigentes, también tuvo que salir del país a un destierro forzado.

El cautiverio que nos impone el socialismo del siglo XXI es el cautiverio del derecho, de las reglas, de la legitimidad. En este exilio del derecho estamos alejados de la democracia, mientras los gobernantes saquean nuestra tierra y regalan a otros países lo que no tenemos por el solo hecho de tener afinidades ideológicas.

Es difícil que existan iniciativas que no pasen por el control y anuencia de los que detentan el poder, ya se vistan de rojo o de verde manzana; el lujo está reservado solo para ellos. Solo los que estén fuera podrán prosperar; los que estamos dentro tenemos que enfrentar esta locura como podamos, día a día, zancadilla a zancadilla.

Estos socialistas nos quieren imponer una forma extraña de ser, de odios y rencores, muy distinta a la sociedad que se construyó en democracia. Mientras nos liberamos de este cautiverio debemos recopilar nuestras costumbres, el buen hacer, la amistad de siempre de los venezolanos. No sé cuáles fueron los pecados que buscó castigar la sociedad que apoyó a Chávez, pero el remedio nos está matando.

A Maduro se le endureció el corazón y no ve el mal que está causando. Sufren los más pobres, a quienes debería estar protegiendo de la inflación creada por él mismo, la desgracia que ha traído su revolución, como la esclavitud de las cajas CLAP y el carnet de la patria. Ese es el comportamiento del gobernante, como recuerda la Biblia: “Escuchad esto los que pisoteáis al pobre y queréis suprimir a los humildes de la tierra, ... para comprar por dinero a los débiles y al pobre por un par de sandalias... Ha jurado Yahveh por el orgullo de Jacob: ¡Jamás he de olvidar todas sus obras!” (Am 8, 4-7). Tengo más fe en Dios que en los marines.

Como nada es para siempre, mantenemos la esperanza de que se vayan los extranjeros y los traidores, que recuperemos la patria, que salgamos de este confinamiento, que podamos liberarnos de los grillos institucionales y podamos vivir en democracia, más comprometidos con la construcción de una sociedad moderna, respetuosa de las leyes, que considere al trabajo como la herramienta de superación.

Debemos elaborar el pensamiento de la reconstrucción, la sociedad que queremos para cuando terminemos con la destrucción socialista; el pensamiento político que nos regirá a partir de la liberación de este cautiverio.

Para empezar, podemos pensar en el Estado liberal planteado por Simón Bolívar, de respeto a las leyes y la libertad de comercio. Nada de eso de un Senado aristocrático, de los cuales tenemos suficientes con la nobleza del chavismo que rota de un puesto a otro sin criterio ni mérito.

Podríamos tener una sociedad en la que la libre empresa, la iniciativa privada, una sociedad en la que las personas puedan “usar legítimamente de sus talentos para contribuir a una abundancia provechosa para todos, y para recoger los justos frutos de sus esfuerzos” (336, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia). Una empresa privada que genere bienes y servicios, que obtenga beneficios, que modele el libre mercado.

Liberar a la educación del cautiverio de la ideología chavista, esa que busca someter al hombre al Estado y que no esté al servicio de la sociedad. Lograr el respeto a la educación privada, sin intervención de sus costos y ganancias, libertad y más libertad para el que quiera educar a sus hijos, con la ideología o religión que mejor le parezca. El Estado puede mejorar la enseñanza pública, la cual hoy es un desastre, sin maestros; en una hipocresía que tiene estudiantes graduándose sin haber recibido todas las asignaturas. La educación actual es digna de un socialista.

La característica de la naturaleza es la diversidad, por ello debemos ser respetuosos con las personas, cualquiera sea su pensamiento. Tenemos que aceptar la existencia del otro, no perseguir a nadie por sus ideas políticas, no someter a los contrarios en la búsqueda de la ilusión de la igualdad, eso que llaman socialismo, la peor plaga que se pudo idear jamás.

Salir del cautiverio que nos impone el gobierno pasa por realzar la venezolanidad, eso que nos hace distintos de, por ejemplo, los cubanos.

Demandamos libertad, que en época de Maduro es mucho pedir; proteste y, para empezar, salga del cautiverio mental.

@rangelrachadell