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24 febrero 2021

Castigar al Príncipe


Los distintos gobiernos de Estados Unidos, por el que ya han pasado tres presidentes, aplican una política que está resumida en el libro Castigar al Príncipe: una teoría de las relaciones interestatales, instituciones políticas y cambio de líder, cuyos autores son Fiona McGillivray y Alastair Smith. Nicolás se queja de las sanciones selectivas impuestas por varios países a él, a muchos de los funcionarios que lo apoyan y a algunos órganos o empresas del Estado. Mientras, el dictador sigue mandando.


El principal efecto de las sanciones es que el dictador tenga poca renta que repartir, lo cual genera que sus compinches o se conformen con menos o disminuya la cantidad de personas imprescindibles que lo apoyan. En el último caso, gracias a la reducción de los beneficiarios, los montos se mantienen. Otra solución es dar rienda libre al abuso de los distintos funcionarios para que expolien a la población. La consecuencia visible de esta política son los trabajadores de los servicios públicos. Un trabajador de Corpoelec cobra por efectuar su trabajo, poner el bombillo que usted le compró; el de Cantv le limpia el cable y mágicamente funciona el Internet ABA. Los policías y soldados obtienen su sueldo de las alcabalas. La gasolina escasa y de mala calidad la cobran a precios internacionales en las bombas administradas por algún familiar. Se repartieron el país al igual que los reyes en el Tratado de Tordesillas.


Insisto, las sanciones disminuyen el dinero para pagar a sus seguidores. Solo que, en nuestro país, el gobierno se adelantó y le quitó a la población los servicios públicos. Esto es una política suicida, ya que al reducir la cantidad de capital en la sociedad ellos tienen menos recursos que robar. En una dictadura desaparecen los bienes públicos.


Como expresa el Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos: “La administración Obama impuso sanciones específicas contra personas por abusos de derechos humanos, corrupción y acciones antidemocráticas. La administración Trump amplió significativamente las sanciones económicas en respuesta al creciente autoritarismo del presidente Nicolás Maduro”. Las sanciones son consecuencia de los abusos del chavismo, el desprecio de los derechos humanos y la falta de apoyo a la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico.


En cualquier caso, aunque digan que el gobierno continúa, las sanciones consiguieron un objetivo fundamental: amargarle la vida a los que detentan el poder y dificultarles disfrutar –fuera del país– el dinero mal habido. Estas medidas son equivalentes a dejar de invitar a la fiesta al vecino que le pega a su mujer. La sanción diplomática va más allá de la moral en el circuito de las naciones. Nicolás es un apestado que nadie quiere cerca, solo le quedan como fraternales amigos otros dictadores. A Fidel la izquierda internacional lo recibía con mucho cariño, aquí patean al sumiso Partido Comunista y pocos dicen algo. Una situación de secuestro, a veces, se resuelve quitando la electricidad y el agua a los malhechores.


El gobierno de España definió las sanciones como “medidas políticas coercitivas para evitar el uso de la fuerza contra Estados o instituciones que suponen una amenaza para la paz y la seguridad internacionales”. Sin embargo, el gobierno venezolano se defiende alegando que las sanciones son unilaterales, aunque si fueran multilaterales, es decir, de la OEA, la Unión Europea, el Grupo de Lima o la ONU, tampoco les agradaría. Dicen que son ilegítimas, ineficaces, ocasionan más problemas que los que resuelven, perjudican a la población en general. Argumentan, falsamente, que la situación económica que tiene al pueblo comiendo de la basura empezó con las sanciones. A todas estas, siguen sin reconocer sus errores, desmanes y corregir sus desafueros.


Este gobierno depredador dificulta la producción, el comercio y la generación de riqueza, ya que toda actividad tiende a ser un monopolio o a estar sujeto a una autorización o permiso. Sin plata de Pdvsa, préstamos de los chinos o los rusos, ni la posibilidad de ayuda exterior de ningún tipo, esta gente tendrá que trabajar de alguna manera. Se acabó el dinero fácil.


La opción, nunca descartada, de una rebelión interna de las élites militares que disfrutan del poder se demora en presentarse. Menos posibilidades les dan a movimientos populares, reprimidos a sangre y fuego; y con la limitación a la salida electoral luego del control de los partidos de oposición, que en la práctica se ha convertido en un sistema de partido único, estamos esperando el cambio de comportamiento de estos delincuentes. Anímese, Venezuela es un cuero seco, lo pisan de un lado y se levanta por otro (Antonio Guzmán Blanco), los disturbios están a la vuelta de la esquina.


Sepa que Estados Unidos aprobó en 2019 la Ley de Ayuda de Emergencia, Asistencia para la Democracia y Desarrollo de Venezuela (Verdad, por sus siglas en inglés), la cual establece que las sanciones no se aplicarán a transacciones para la venta de productos agrícolas, alimentos, medicamentos o dispositivos médicos, o para la prestación de asistencia humanitaria al pueblo de Venezuela, y a cualquier transacción que les sea incidental o necesaria. Así que Nicolás, deje de esconderse detrás de las sanciones y cumpla con sus obligaciones de darle comida a los más necesitados y servicios públicos a toda la sociedad.


El gran logro de la revolución del socialismo del siglo XXI es que tengamos una vida solitaria, desagradable, pobre, brutal y corta (Hobbes).


@rangelrachadell


02 febrero 2021

Conciliábulo de egregios


En junio de 2015 reflexionaba sobre la siguiente pregunta: ¿este desastre es solo desidia e irresponsabilidad, o es un genocidio en cámara lenta? La respuesta en esa oportunidad fue que en la gestión del gobierno hay “una intencionalidad, que todo es un engaño, un fraude, una simulación maliciosa con la intención de dañar a los más débiles”. Hoy, las ideas al respecto se han madurado.


Lo que estamos viviendo es el desarrollo esperado de todo despotismo. El sistema de dominación implementado aglutina la mayor cantidad de poder en unas pocas manos, un pequeño grupo difícil de identificar que se creen los mejores. Nicolás está acompañado de grupos de izquierda, militares y delincuentes comunes y corrientes. Esas mafias sostienen a la dictadura, cobran la represión de contado y en dólares, a algunos les entregan zonas de paz, territorios, estados completos y colecten su parte. Otros reciben carreteras y servicios públicos. Las gasolineras las adornan con flores y las protegen con soldaditos.


La diferencia entre las democracias y las dictaduras es la cantidad de personas ante quienes responde el gobernante, si son muchos los electores estos se manifiestan y controlan en elecciones libres, si depende de pocos los comicios son un fraude. Si el número de individuos a los que haya que satisfacer es muy alto, la solución se obtiene por la vía de los servicios públicos, obras de infraestructura, hospitales, acueductos, carreteras. En el supuesto que la coalición sea pequeña, el costo total de comprarlos es mucho menor y la corrupción se generaliza.


En este sistema de coalición pequeña se puede prescindir de las masas, son prescindibles. Eso sí, a los militares, a la policía y a los grupos ilegales que son su soporte debe mantenerlos contentos, cuando deje de pagarles lo abandonan y buscan quien les pague o les permita disfrutar de sus bien ganados ahorros. El truco es depender de la menor cantidad de personas y evitar que tengan medios de expresión en contra.


Estas ideas valen en Venezuela, una empresa, un club de playa o un condominio. La gente tiene que participar, exigir, manifestarse, buscar información, abandonar la comodidad, dejar de pensar que quiere vivir tranquila, de disfrutar de lo que pueda, y preocuparse por el gobierno, cualquiera que este sea. Es riesgoso entregar cheques en blanco de confianza, como las leyes habilitantes que permiten legislar sin control. La indiferencia se paga cara.


La educación que se imparte es la básica, suficiente y necesaria para que los obreros aprendan a leer y escribir, la primaria es excelente, pero hasta allí; cuando se habla de los centros de estudios superiores, esos donde enseñan a pensar, se consideran peligrosos. Cerrar las universidades, disminuir las carreras humanísticas, impedir la escogencia de sus autoridades, este es el reflejo de las políticas de coalición pequeña. La gente preparada es un riesgo porque es la que puede sustituir al régimen. Tener un ministro eficiente es una amenaza si demuestra que es mejor gerente que los demás. La negligencia es característica del mencionado sistema.


Lo que sucede en los hospitales es una manifestación clara del sistema dictatorial. Los enfermos son pocos y si se mueren es imposible que voten en contra. El servicio de agua potable es mediocre porque tienen que trabajar. Lo peor es que se dificulta enterarse de lo que pasa sin medios de comunicación. Eliminaron los periódicos, las emisoras de radio, los programas de opinión, persiguen a los periodistas; y, siendo el colmo, la pandemia restringe el derecho de reunión.


El régimen tuvo la suerte de que muchos venezolanos huyeran. Disminuyeron los votantes en contra y la gente que protesta; ahora las manifestaciones, al ser menos personas, se reprimen con pocos muertos. La dictadura recurre al recurso de los grupos paramilitares, los accidentes y la delincuencia común que elimina a los opositores. O la cárcel pura y simple.


Tener una coalición pequeña permite entregar riqueza a pocos, con unos millones de dólares es suficiente. Cuando Chávez gobernaba disfrutó del favor del pueblo y, aun así, permitió que se robaran los recursos económicos del sistema eléctrico, por eso y por la desidia de Nicolás es que tenemos problemas de electricidad. Otro ejemplo, la entrega de ingentes capitales a los militares con el Plan Bolívar 2000, creó la base de su poder si lo abandonaban las masas. Ese régimen de complicidad fue el que recibió el designado como heredero el 8 de diciembre de 2012.



Claro, con petróleo es fácil financiar la estructura de represión, solo que las medidas del gobierno americano en contra de los funcionarios del régimen y algunas limitaciones comerciales restringen los recursos a repartir, aunque el oro en el estado Bolívar les ha permitido solventar en parte los pagos a los miembros del conciliábulo. Una dictadura que tiene recursos naturales se convierte en una maldición. A más dinero reciban por vías distintas al trabajo de la sociedad, menos les importa el pueblo.


El sistema actual desconoció a los políticos de oposición y decidió crear un cuerpo legislativo a su imagen y semejanza. El grito de sumisión fue “Todos somos Nicolás”, y recibieron unos mendrugos de puestos de diputados sin representación que les impide negociar mejores cuotas de beneficios. Cayeron en la trampa de oro que buscaron.


Si queremos lograr un cambio tenemos que democratizar de nuevo a la sociedad, permitir medios de comunicación libres, partidos políticos independientes del gobierno, derecho de reunión y manifestaciones públicas. Sin olvidar a instituciones como el Consejo Nacional Electoral y el Tribunal Supremo de Justicia y la Fiscalía General de la República, que hoy por hoy son parte del sistema de dominación del socialismo del siglo XXI. Queda mucho trabajo por ejecutar.


@rangelrachadell