Todo al que le va bien piensa que su buena fortuna nunca se va a
acabar, ya sea que obtenga dinero o conquiste al sexo opuesto, que gane
elecciones o juegue a los dados.
Arrastrado por el viento de su buena estrella llegó a lo más alto,
sin ningún esfuerzo. Dejó la pobreza y consiguió lo que ningún chofer ha
logrado; conquista equiparable a la del rey Servio Tulio, quien nacido de madre
esclava logró la majestad, gracias a la diosa Fortuna.
Los romanos creían que esta diosa estaba presente en las distintas
etapas de vida, tutelaba el nacimiento del hombre y lo acompañaba desde niño;
solo que con este sujeto se perdió, no supo adónde ir; fue a La Candelaria, a
El Valle, a Los Chaguaramos, a Santa Rosalía, en Caracas; a El Palotal de
Táchira, y hasta a Cúcuta; a esas comarcas fue la diosa a buscarlo el día de su
nacimiento, pero no lo encontró, pocos saben dónde realmente nació. Es el
hombre de ninguna parte, no es de extrañar que en un futuro aseveren que nació
en un avión en pleno vuelo.
Su historia está oculta detrás de una nube gris. Este personaje
estudió en un liceo de Coche, en Caracas; y luego desapareció, pasando a estar
bajo la protección de los cubanos, un tránsito afortunado que lo llevó a una
transformación, como si hubiera tomado la toga viril. Por azar fue que el
personaje terminó en Cuba, estuvo con las juventudes adoctrinadas en la lucha
de la revolución, para obtener el poder ofreciendo la utopía de un mundo sin
clases, sin diferencias sociales; de una pobreza igualitaria que a todos nos
hace sufrir; el mundo ideal del comunismo, la falsa esperanza del logro sin
esfuerzo; desmintiendo lo que dijo Platón, que las cosas grandes no se hacen
sino con grandes dificultades.
La diosa fue espléndida con el gobernante, y le aportó soberanía,
le permitió el autoritarismo estatal; todo a cambio de someter a su poder a los
débiles. El timón es su insignia, decide el rumbo, dirige a sus escogidos hacia
la virtud de manera generosa, hasta que la desmesura hace que la diosa cambie
su capricho.
El que se cree coronado de laurel y que es mejor que los demás,
que su pensamiento es suficiente para gobernar un país, que no cuida de la
salud pública, se ve envuelto por la oscuridad de la providencia. Porque solo
los necios se atreven a tentar la cólera divina, son unos engreídos que creen
en pajaritos que le indicarán su destino como si estuvieran leyendo los
auspicios, sin darse cuenta de que el pájaro voló por el oeste.
Todo el poder que tuvo no es más que un hielo derretido, ya no es
el otrora hombre fuerte, el escogido, el designado. De su autoridad excesiva no
queda nada, solo el reflejo de la luna en el agua, una ilusión de mandarlo todo
y que nada le obedezca. La diosa Fortuna le quitó los regalos que le dio.
Hoy tiene el temor de salir a la calle, mucho desasosiego, ahora
sí es un cobarde; justo después de solazarse en la ociosidad que aporta la
riqueza, ni siquiera disimuló cariño con el pueblo, por eso la repugnancia que
le tienen, como diría Aristóteles, es un animal civil que hace daño.
Ya vimos que la salud puede echar de esta vida hasta el más
poderoso, cualquiera puede caer del trono de Fortuna. Somos humanos, y cual
veleta somos dirigidos por el viento, solo que ese viento –en este momento– se
orienta hacia la democracia, sin retorno a los lares de la dictadura.
En mala hora cruzó una esquina, pasó por un callejón; fue
derribado del aprecio, perdió la gloria, todo por una gran marcha del pueblo
que le dio a una señora la fuerza para enseñarle su olla vacía.
@rangelrachadell
Artículo de opinión publicado en El Nacional Web, el 6 de septiembre de 2016: http://www.el-nacional.com/jesus_rangel_rachadell/trono-Fortuna_0_916108427.html
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